El #InstitutoTavistock VI - #Tavistock



Revista Abanico Ed.22
Sección: Arcanus
Leer la Revista

Tiempo de lectura: 15 minutos

Tavistock 1 - 2 - 3 - 4 - 5 6 - Final

Llegamos al sexto artículo sobre el Instituto Tavistock. Nuestros fieles lectores ahora lo conocen de sobra y saben de qué es capaz este organismo real situado en Essex, Inglaterra, considerado el máximo centro mundial de control mental. Para nuestros nuevos seguidores, aquí están los cinco artículos anteriores.

Esta vez vamos a hablar de cibernética, eugenesia y transhumanismo.

Para Andrey Nikolaevich Kolmogorov, la cibernética es la ciencia que se ocupa del estudio de sistemas de cualquier naturaleza que sean capaces de recibir, almacenar y procesar información para usarla para el control. Francis Galton acuñó el término eugenesia para designar la ciencia que permitiría modificar/mejorar los rasgos hereditarios en la especie humana. Y por otro lado el transhumanismo es un movimiento que propone la utilización de la tecnología disponible para trascender los límites de las capacidades humanas normales. Se preguntarán, ¿qué tiene en común estos tres térrminos? Te lo contamos:

La Cibernética

En el MIT, el Massachusetts Institute of Technology, se forma la elite estadounidense e internacional de la ciencia y la ingeniería. El MIT, además, encabeza la estrecha relación que hay entre el sistema militar y el universitario. Esta colaboración se inició en la Primera Guerra Mundial y continuó a lo largo de la Segunda, cuando la tecnología pasó a ser el factor decisivo de la guerra.

    El 13 de agosto de 1940, en Alemania, la Luftwaffe dio comienzo a la llamada Batalla de Inglaterra. Poco después de que empezaran los bombardeos alemanes, Norbert Wiener (1894-1964), un matemático y físico nacido en Chicago, ofreció sus conocimientos como contribución a la lucha contra el fascismo. Wiener, que fue «pionero» en la teoría de la información y quien acuñó el término «cibernética», era profesor de matemáticas en el MIT y ya había tratado cuestiones de balística y artillería durante la Primera Guerra Mundial. Estuvo investigando el problema de cómo construir una máquina capaz de calcular por adelantado el movimiento de los bombarderos, para poder abatirlos. Aunque las máquinas de Wiener no fueron operativas hasta después de que terminara la guerra, el desarrollo inicial de la cibernética fue en sí mismo una consecuencia de la investigación bélica.

    De hecho, de igual modo que los experimentos de los años setenta, financiados por la DARPA, la Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados de Defensa del Pentágono estableció la base para internet, las innovaciones conseguidas en ciencia y tecnología, como la «inteligencia artificial», los gráficos por ordenador, la holografía, las comunicaciones por satélite, la televisión por cable de fibra óptica, la obtención de imágenes tridimensionales y la primera generación de simuladores informáticos, fueron productos auxiliares de la guerra que representaron importantes avances para la industria militar estadounidense.

    La cibernética se basa en la suposición de que el sistema nervioso del ser humano no reproduce la realidad, sino que la calcula. Al parecer, ahora resulta que el hombre no es más que un sistema que procesa información; el pensamiento consiste en un procesamiento de datos y el cerebro es la máquina hecha de carne. El cerebro ha dejado de ser el sitio donde, gracias a la memoria y a la conciencia, se crean misteriosamente el «ego» y la «identidad». Es una máquina que consta de interruptores y circuitos de control, bucles de retroalimentación y nodos de comunicación.

    En esta empresa, a Wiener se le sumaron muchos de los principales «científicos sociales» y defensores del movimiento de la contracultura, como la antropóloga Margaret Mead y el psiquiatra Gregory Bateson, que también participaron en las Conferencias sobre Cibernética de los años cuarenta, organizadas por la fundación Josiah Macy Jr. Wiener, Bateson, Mead y compañía consideran que la cibernética es la manera más revolucionaria de hacer ciencia en los últimos dos mil años.

    Una cosa que han sabido siempre los constructores de imperios como David Rockefeller es que la persuasión constituye la clave para iniciar movimientos fascistas. Ésa es una de las razones de que, inicialmente, allá por los años cincuenta, las fundaciones oligárquicas invirtieran cantidades exorbitantes de dinero en la cibernética y de que esas mismas fundaciones estén hoy gastando miles de millones en tecnologías de redes sociales, con el fin de «cambiar el modo de pensar y de hacer de la gente».

    Con los años, los «agentes del cambio» cibernético fueron ampliando las investigaciones y pasaron de los modelos de pensamiento y toma de decisiones en grupo a desarrollar tecnologías que permitieran trazar en un mapa cómo fluyen los rumores a través de la sociedad; que, según ellos, lo hacen igual que las epidemias, como el sida.

  La investigación de las diversas disciplinas sociales que afectan a la conducta humana y al pensamiento en grupo siempre ha sido financiada por fundaciones muy vinculadas a los aparatos de control, como las fundaciones Rockefeller, Ford, Russell Sage y Josiah Macy, por nombrar unas pocas.

    El proyecto conocido entre sus miembros como el «Proyecto Hombre-Máquina» se lanzó de forma no oficial en mayo de 1942, en una conferencia celebrada en Nueva York, el Encuentro sobre la Inhibición Cerebral, con el auspicio de la fundación Josiah Macy Jr. y el patrocinio del director médico, Frank Fremont-Smith. En cierto sentido, ése fue el primer viaje de la fundación al «control de la mente». En el encuentro participó el máximo experto en hipnosis, Milton Erickson. El debate se centró en torno a los «problemas de inhibición central del sistema nervioso», y contribuyó a sentar las bases de lo que más adelante llegaría a ser la teoría cibernética.

En otras palabras, Rosenblueth propuso reunir a un grupo de ingenieros, biólogos, neuorólogos, antropólogos y psicólogos para que idearan experimentos de control social basados en la pintoresca afirmación de que el cerebro humano no era más que una compleja máquina de entrada y salida de datos y que el comportamiento humano, en efecto, podía programarse, tanto para los individuos como para la sociedad.

En 1948, como consecuencia de la primera reunión de la fundación Josiah Macy Jr., Wiener escribió su libro Cibernética o el control y comunicación en animales y máquinas. Fue aclamado como uno de los «libros fundamentales […] comparable en su importancia a […] Galileo, Maithus, Rousseau o Mill. Y fue considerado por veintisiete historiadores, economistas, educadores y filósofos como uno de los libros publicados durante “las cuatro últimas décadas” que quizá tengan un impacto sustancial en el pensamiento y la acción públicos de los años venideros».

Más adelante, los herederos de los cibernéticos se dedicaron a crear la «autopista de la información». Crearon un software que controlara el flujo de «información» que circulaba por internet como una gigantesca tarjeta de circuitos eléctricos, estableciendo los cortacircuitos y vigilando el voltaje. Este concepto constituyó el núcleo del social networking, el establecimiento de conjuntos de matrices de la teoría de juegos, cuyo objetivo era obligarlos a alcanzar un consenso. La mecanización de las relaciones de la sociedad se basó en la idea de Wiener de que era posible mecanizar el pensamiento.

Para Norbert Wiener y sus secuaces, el centro del problema del proyecto del Grupo Cibernético era que la mente humana no tenía nada de sagrado, y que el cerebro humano era una máquina cuyo funcionamiento podía ser reproducido, y con el tiempo superado, por los ordenadores.

Escuela de Fráncfort

Una de las organizaciones vinculadas directamente con el grupo de los cibernéticos fue el ISR, Institute for Social Research, conocido como la Escuela de Fráncfort. Por ejemplo, Paul Lazersfeld, el director del Proyecto Radio, fue una de las personas invitadas a las conferencias Macy. Lazersfeld era hijo adoptivo del economista marxista austríaco Rudolph Hilferding y llevaba mucho tiempo colaborando con el ISR, desde principios de los años treinta. También estaba Max Horkheimer, el director de la Escuela de Fráncfort, que colaboró con el Grupo de la Cibernética mientras dirigía los Estudios sobre los Prejuicios.

Grupo de la Cibernética

La Escuela de Fráncfort y sus más próximos aliados de Tavistock fueron los artífices tanto del proyecto de la cibernética como del proyecto de la contracultura de los años sesenta. De hecho, el Grupo de la Cibernética, patrocinado por la Josiah Macy Jr. Foundation, fue el paraguas bajo el que la CIA y la inteligencia británica llevaron a cabo sus experimentos con drogas psicodélicas que alteraban la mente, entre ellas el LSD-25, experimentos aplicados en masa que terminaron volcándose en las calles de San Francisco, en el Greenwich Village de Nueva York y en todos los campus universitarios de Estados Unidos, y condujeron a los movimientos contraculturales, al «cambio de paradigma» entre 1966 y 1972.

    En el año 1965, uno de los cuatro directores del proyecto Authoritarian Personality, R. Nevitt Sanford, escribió el prólogo del libro Utopiáceos: El uso y el abuso del LSD 25, publicado por Tavistock Publications.

    Si hemos de creer lo que dice la prensa oficial, la Josiah Macy Jr. Foundation se ha dedicado desde 1930 a promover la salud y aliviar el sufrimiento y ha apoyado la formación de médicos y establecido programas de apoyo a conferencias y publicaciones relacionadas con estos temas y otros similares.

    El historiador Jean-Pierre Dupuy describe del modo siguiente el papel desempeñado por la Fundación en el Grupo de la Cibernética: «El de la cibernética estaba llamado a ser, desde el principio, un movimiento —en un grupo de presión política, en realidad, que operase bajo los auspicios de la Fundación—, cuyo objetivo fuera asegurar la paz mundial y la salud mental universal. Aplicaría un curioso cóctel cuyos ingredientes serían el psicoanálisis, la antropología, la física avanzada y el nuevo pensamiento asociado al Grupo de la Cibernética». Posteriormente, a través de la propaganda de los grandes medios de comunicación se hizo un lavado de cerebro en masa para que la gente creyera que la Fundación y personajes como Lazarsfeld y Wiener, Bateson, Mead y Ashby eran meros participantes de unos experimentos sociales, cuyo objetivo era mejorar la calidad de vida empleando una extraña mezcla de tecnología, evolución y ciencias sociales de todo tipo. En realidad, estas personas eran lacayos de las fundaciones del oligárquico Imperio Mundial: Rockefeller, Josiah Macy Jr., Russell, Sage y otros. Lo que el pueblo estadounidense no sabe es que la Josiah Macy Jr. Foundation ha causado más perjuicio a la realidad social de Estados Unidos que ninguna otra institución.

La Fundación Josiah Macy Jr. y MK-ULTRA

El pintoresco cóctel de finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta terminó siendo uno de los principales cauces secretos de financiación de la CIA, a través de Frank Fremont-Smith, director de la Fundación Josiah Macy Jr., ésta mantenía una estrecha relación con el doctor Harold Abramson, el psiquiatra vinculado a la CIA y asociado profesionalmente tanto con la Universidad de Columbia como con el hospital Mount Sinai, cuyos trabajos con el LSD estaban financiados por la fundación. Un integrante de dicho grupo era el doctor Louis Joiyon West, apodado Jolly, del Departamento de Psiquiatría de la UCLA y director del Instituto de Neuropsiquiatría. West, psiquiatra de la CIA, se hizo famoso cuando, trabajando en el programa MK-ULTRA, administró LSD a elefantes.

    Aparte del doctor Abramson, un número significativo de participantes en los encuentros organizados por la fundación como Gregory Bateson, Margaret Mead y el psicólogo Kurt Lewin, trabajaron estrechamente con el Gobierno de Estados Unidos, a través del programa MK-ULTRA, en experimentos clandestinos con drogas, psicodélicas entre otras, de lavado de cerebro y de manipulación social.

La Eugenesia

A lo largo de la historia han habido personas que, teniendo la mira puesta en un objetivo político concreto, se han servido del terror o de la amenaza del terror contra poblaciones escogidas. El razonamiento científico de la tiranía siempre ha resultado atractivo para las elites, porque crea una cómoda excusa para tratar a sus congeneres peor que a los animales. La teoría de la eugenesia, que se basa en una peregrina idea de superioridad e inferioridad hereditarias, fue concebida, entre 1880 y 1900, por una red de familias inglesas, entre las que se encontraba sir Francis Galton, primo de Darwin, Thomas Huxley, sir Arthur Balfour, las familias Cadbury y Wedgewood, además de otros estrategas del Imperio Británico de finales del siglo XIX vinculados al movimiento Mesa Redonda de Cecil Rhodes y Lord Alfred Milner. Este grupo vio la oportunidad de hacer avanzar a la humanidad hacia una nueva Edad Media tomando las riendas de la perversamente racista teoría de la evolución de Darwin basada en la selección natural, regla según la cual «sobrevive el más apto», a la que aplicaron principios sociales para desarrollar el darwinismo social.

    En Estados Unidos, la historia de la eugenesia comenzó en 1904, cuando el prominente eugenetista Charles Davenport fundó el Coid Spring Harbor Laboratory financiado por destacados oligarcas del país: Rockefeller, Carnegie y Harriman. En 1910, los británicos ya habían creado expresamente la primera red de trabajadores sociales para ejercer de espías y ejecutores de la secta racista de la eugenesia, que rápidamente estaba asumiendo el control de la sociedad occidental. En los años veinte, la familia Rockefeller financió al Instituto de Genealogía y Demografía Kaiser Wilhelm, más tarde pilar del Tercer Reich.

    En 1956, la Sociedad Británica de Eugenesia sostuvo, en una resolución, que «la sociedad debe perseguir la eugenesia empleando medios menos obvios». O sea, la «planificación familiar» y el movimiento ecologista. Todas las políticas de control de la población cambiaron simplemente de nombre y continuaron trabajando bajo la protección de las Naciones Unidas y organismos asociados. Las sociedades de Eugenesia, Eutanasia e Higiene Mental de Gran Bretaña, Estados Unidos y el resto de Europa sencillamente recibieron nombres más agradables, como Asociación de Salud Mental de Gran Bretaña y Asociación Nacional de Salud Mental de Estados Unidos, que posteriormente se convirtió en la Federación Mundial de Salud Mental.

    No es muy conocido el dato de que en estas últimas décadas han estado operando en África algunos de los organismos más importantes de ayuda humanitaria y varios grupos estadounidenses de cristianos fundamentalistas. Su estandarte es la «planificación familiar», que se entiende de otro modo cuando se ven las verdaderas implicaciones y los objetivos a largo plazo. Estas políticas de planificación familiar cuentan con el respaldo entusiasta y constante de importantes donantes bilaterales, como el Gobierno de Estados Unidos, a través de su sucedáneo USAID, y de ciertos organismos multilaterales, en particular la Federación Internacional para la Planificación Familiar (IPPF), el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y el Banco Mundial de África.

    El Banco Mundial es, desde los años sesenta, la principal entidad financiera de control de la población, y su gasto anual se ha disparado, desde los magros 27 millones de dólares entre 1969 y 1970 hasta los más de 4.500 millones de 2006. Eugene Black y Robert McNamara, ambos presidentes de dicho banco, en una época fueron miembros de la Fundación Ford, controlada por los Rockefeller. «Más significativo es que las políticas de control de la población son ahora una condición indispensable que exigen para el desembolso de Préstamos de Ajuste Estructural (SAL) el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, dentro del marco de sus Programas de Ajuste Estructural (SAP)».

    Entre las condiciones que se exigen para acceder a los préstamos de los programas se encuentran, generalmente, además de la devaluación, la liberalización y la privatización de las economías nacionales y de las áreas de educación y la sanidad, las políticas de control de la población. Así pues, para que concedan dicho préstamo, lo normal es que se exija preparar un informe sobre las políticas existentes en materia de población.

    La confluencia de eugenetistas, nazis, ecologistas y entusiastas de la Empresa Mundial también se debe al secreto Club 1001, compuesto por las familias más antiguas y poderosas de Europa, que financian operaciones malthusianas clandestinas del WWF en África. Por ejemplo, una de esas operaciones llevadas a cabo por el World Wildlife Fund era la llamada Operación Lock, que a la vista de todos tenía por objeto salvar al rinoceronte negro de Sudáfrica. «John Hanks, director del WWF para África, financió un equipo de comandos del SAS británico para que se infiltraran y sabotearan a los presuntos círculos de cazadores furtivos haciendo uso de una fuerza paramilitar. Esta fuerza instigaba el enfrentamiento entre negros del Congreso Nacional Africano y del Partido de la Libertad Inkatha, perpetrando actos de violencia seleccionados, como la masacre de Boipatong el 18 de junio de 1992».

    Dicha masacre fue la causa de que el Congreso Nacional Africano se retirase de las iniciales negociaciones formales que pretendían poner fin al apartheid, al acusar al Partido Nacional gobernante de complicidad en los ataques. El objetivo era desatar una sangrienta guerra civil e impedir el final del apartheid y la reintegración de Sudáfrica a la comunidad internacional.

    El WWF y su brazo armado terrorista, Greenpeace, además de diversos grupos afines, no son una minoría de lunáticos a los que se pueda ignorar fácilmente; son las tropas de choque de la oligarquía en su lucha contra la humanidad. La teoría demográfica «malthusiana», como la propuesta de la ONU en la Conferencia sobre Población de 1994 en El Cairo, tiene en cuenta el incremento de la población durante la revolución industrial. La ONU, basándose en los escritos de la famosa obra de Thomas Maithus de 1798, On Population [Sobre la población], un plagio del libro que había publicado en 1790 el monje veneciano Giammaria Ortes. Según esta teoría, la población aumenta más deprisa que la provisión de alimentos. Ortes es el autor intelectual en el que se basó el borrador genocida de la Conferencia sobre la Población organizada en El Cairo en 1994 por la ONU.

La Federación Mundial de Salud Mental

La World Federation of Mental Health (WFMH) es un ejemplo perfecto de esta confluencia de aparatos Rockefeller-CIA-Tavistock. Rees, la antropóloga Margaret Mead, el científico conductista Lawrence K. Frank, el ejecutivo de Josiah Macy Fremont-Smith y el sociólogo alemán Max Horkheimer coincidieron en París, en el verano de 1948, para inaugurar la WFMH. En el manifiesto de la WFMH hay tres cuestiones primordiales. En primer lugar, Rees hizo hincapié en la necesidad de aplicar la experiencia psiquiátrica militar de la Primera y la Segunda Guerra Mundial como paradigma «de un sistema de clínicas de salud mental a través del cual los psiquiatras de la contrainsurgencia pudieran administrar a la fuerza “terapias” a grupos grandes de población». Otro punto importante del manifiesto subrayaba la necesidad de situar a psiquiatras en posiciones clave que les permitieran desempeñar un papel determinante en los programas administrativos y sociales de los gobiernos y de la industria. Tal como escribió en 1974 el investigador L. Marcos: -no debe sorprendernos que el desaparecido George Orwell concibiera su novela 1984 después de haber pasado un tiempo en contacto con un grupo de seguidores de Rees.

    Surgieron términos nuevos, como transhumanismo, control demográfico, sostenibilidad, conservación, bioética y defensa del medio ambiente, que sustituyeron a otros ya desfasados, como higiene racial y darwinismo social. Y entretanto prepararon a la opinión pública, a la formación de médicos y a las políticas gubernamentales para que desecharan la noción de que la vida humana era sagrada.

Los Fines del Transhumanismo

Otro punto de la lista de tareas del mundo es el transhumanismo. Es el nombre dado a este nuevo movimiento que defiende el uso de nuevas tecnologías para mejorar ciertas características de los seres humanos, como su capacidad física y mental. Se trata de un movimiento generosamente financiado y organizado con la intención de modificar todos los aspectos de los seres humanos; es decir, su fisiología y biología, y hasta los pensamientos de cada uno. A muchas personas les cuesta entender en qué consiste el verdadero movimiento transhumanista y por qué es tan dañino. Al fin y al cabo, sólo intenta mejorar nuestra calidad de vida, ¿no? ¿O será más bien un proyecto de control social a gran escala?

    De hecho, exactamente así es como lo veían la Josiah Macy Jr. Foundation y el Instituto Tavistock. La capacidad de hacer que las máquinas actúen como seres humanos y la capacidad de tratar a los seres humanos como máquinas; de acuerdo con Michael Minnicino, «la consecución final del antiguo objetivo fabiano de H. G. Wells, de contar con un “orden mundial científico” en el que todo esté tan claro como una ecuación diferencial, y donde los elementos impredecibles como la creatividad humana nunca compliquen las cosas». Con esta misión, nueva y mucho más amplia, se llegó a la Conferencia sobre Cibernética en los años cuarenta y al transhumanismo en la actualidad.

    El transhumanismo es el sueño ultratecnológico de los ingenieros informáticos, los filósofos, los neurólogos y muchos más. Su fin consiste en servirse de los avances de la tecnología para perfeccionar el cuerpo y la mente del ser humano, y en última instancia la experiencia humana en su totalidad. Es la filosofía que sustenta la idea de que la humanidad debe mejorarse a sí misma de forma activa y dirigir ella misma el curso de su evolución. Los transhumanistas desean convertirse en lo que ellos denominan «poshumanos». Un «poshumano» es una persona cuyo cuerpo y mente han sido modificados, mejorados, hasta tal punto que ya no puede decirse que sea humana. Se ha transformado en un ser completamente nuevo.

    A la mayoría de la gente esto le suena a película de ciencia ficción. Pocos son conscientes de que constantemente tienen lugar descubrimientos tecnológicos que hacen que las teorías transhumanistas puedan realmente, en un futuro próximo, ponerse en marcha. Por ejemplo, en estos momentos se están desarrollando interfaces de neurochips, chips de ordenador que se conectan directamente con el cerebro. El fin último de un chip cerebral sería el de multiplicar la inteligencia, fundamentalmente convertir el cerebro humano en un superordenador. Otro concepto clave del transhumanismo es el de lograr el bienestar emocional a lo largo de toda la vida.

    El objetivo es reemplazar todas las experiencias adversas por otras de placer, más allá de las dudas de la experiencia humana. Por ejemplo, la nanotecnología es un tema crucial para los transhumanistas. Es la ciencia de construir máquinas del tamaño de las moléculas. Dichas máquinas podrían fabricar tejido orgánico para utilizarlo en medicina. El uso de este tipo de tecnología podría prolongar drásticamente la esperanza de vida. Hay expertos que afirman que, dentro de poco, será posible vivir eternamente.

    La inteligencia artificial, la creación de robots pensantes, está estrechamente relacionada con el concepto del neurochip, que fusiona mente y máquina. Cada vez se tiene más la sensación de que se implantarán piezas de máquinas en el cuerpo humano para crear cyborgs, término inventado por el doctor Nathan Kline, un psiquiatra vinculado a la CIA y al programa MK-ULTRA.

    Otros están convencidos de que la humanidad se fusionará totalmente con la tecnología y volcará la conciencia individual en una realidad virtual. De ese modo, una persona podría vivir eternamente dentro de una realidad virtual generada por el ordenador y dejaría atrás su cuerpo físico. Dentro de dicha máquina, la persona podría fusionar su inteligencia con la inteligencia colectiva de todas las demás personas que se encuentran en esa realidad virtual y convertirse efectivamente en un ser superinteligente.

Comentarios