Querido #Fútbol

Revista Abanico Ed.12
Sección: Con Permiso



Querido Fútbol

¿A quién le gusta el fútbol? A primera vista la respuesta sería a todos, nos despertamos con fútbol, almorzamos con fútbol y antes de dormir, fútbol. Ahora que se acerca el campeonato mundial, la publicidad y programación va en aumento. Ya en noviembre del año pasado, Telesur firmó contrato con Maradona para Rusia 2018 y así va escalando la euforia mundialista, nosotros un poco relegados ya que no estaremos en la tierra de Putin.

Pero, ¿y si la respuesta fuera, a muchos menos de los que pensamos? Según la encuestadora mexicana Defoe, solo al 46% de los mexicanos les gusta el fútbol. ¿Y si esto pasa en la gran mayoría de países donde dicen amar este deporte? ¿No se desmoronarían todas nuestras creencias sobre el llamado rey de los deportes?

A mí me encanta el fútbol, me encanta jugarlo. Pero he dejado de verlo y muy rara vez enciendo el televisor para sentarme a mirar pasivamente un partido. Y es que ha cambiado mucho, ahora es un reality show, por no decir un show de moda. La pasión con que se jugaba antes se ha transformado en una comercialización de sentimientos y emociones, ajenas. 

Las siguientes líneas son tomadas del libro Nuestro Mundo Visto a Través de una Corrida de Toros.

<<¿Qué es un deporte? De nuevo, algo moderno, algo europeo y algo que aparece en el siglo XIX. Se trata simple y llanamente de una inversión del juego tradicional. ¿Y cuál es el mecanismo de esta inversión? Pues el mecanismo de siempre utilizar el juego para los fines de la modernidad, es decir, el lucro económico, la comercialización de toda actividad humana, la publicidad corporativista, la investigación farmacológica (llamada “medicina deportiva” y su “doping”), la construcción arquitectónica del mundo moderno, y -ante todo- el control mental de las masas al servicio de la ingeniería social del Nuevo Orden Mundial. El deporte es -hoy en día- una superestructura metacorporativa que incluye massmedia, multinacionales textiles, ministerios estatales (de “deporte”, algunos integrados en “cultura”, o peor aún, “sanidad”), mercado de valores, publicidad, ingeniería social, plataformas digitales, investigación médica… e incluso esta superestructura estaría fundida y mimetizada con Hollywood y la “cultura pop”. Sólo la NBA (Baloncesto), maneja 650 millones de dólares cada año sólo en los salarios de las plantillas, y la American League (béisbol) y la NFL (football) manejarían cada año cifras ligeramente inferiores. Mención especial merecería el automovilismo y su infame “Fórmula 1”, espectáculo privado en manos de ignominiosos magnates británicos (Ecclestone y los otros accionistas de Alpha-Prema) en donde el cártel industrial automovilístico europeo (Ferrari, Mercedes, BMW, Renault…) hace pruebas de sus investigaciones tecnológicas. Se trata de un deporte en el que los miembros del equipo son ingenieros, el fruto del equipo es una máquina (el coche), y el equipo deportivo en sí, es una corporación con logotipo. Sus propios participantes lo hacen llamar “el circo”, y actualmente nadie puede concretar los miles de millones de dólares que la F1 manejaría cada año. Se trata posiblemente del ejemplo deportivo más vergonzoso y que mejor ilustraría la funcionalidad del deporte en el Novus Ordo Seclorum a todos los niveles: económico, publicitario, corporativo, eugenésico, psicológico, cibernético…
¿Alguien puede diferenciar un piloto de Fórmula 1 de un piloto de caza de guerra? Sólo existiría una forma: uno lleva logotipos publicitarios en su mono, y el otro lleva insignias militares. 

Por mi parte, no encuentro nada censurable en que una persona se entretenga con un partido de fútbol; no obstante, el hecho de que millones de personas aparenten elegir el mismo partido de fútbol como único entretenimiento posible, puede parecer sospechoso. Más sospechoso aún resulta que los noticieros televisivos y periódicos dediquen al menos un tercio de su tiempo y espacio al fútbol. Muchísimo más sospechoso resulta que ciertos partidos de fútbol sean verdaderos “actos oficiales” a los que asisten jefes de estado, primeros ministros y familias reales. Resulta famosa, y asumida como algo habitual, la costumbre europea de utilizar el fútbol como una forma de blanquear dinero, bien de grandes grupos constructores, bien de personalidades relacionadas con el tráfico de drogas y otros negocios ilícitos. Que el deporte en general -y el fútbol en particular- sean lavadoras de capital, lo sabe todo el mundo, y si alguien tiene alguna duda ahí están los sacos rotos de Silvio Berlusconi en 1995, Jesús Gil en 2002, y más recientemente los casos de Kia Joorabchian, Alexandre Martins, Reinaldo Pitta, o las conocidas relaciones con la mafia de Roman Abramovich. Hay una presencia más oscura y más cotidiana del fútbol, y por eso mismo más imperceptible: la función que desempeña el fútbol en la ingeniería social del Nuevo Orden Mundial, la impactante influencia del fútbol en todos los aspectos de la sociedad moderna, la utilización del fútbol como potente herramienta con la que el massmedia hace su trabajo de control mental e hipnosis de masas.

En el caso concreto del fútbol, las principales funciones que desempeña en esta ingeniería social se pueden dividir en los siguientes tres puntos:

Función 1.- A través del fútbol, se fijan e imponen los modelos filosóficos, comportamentales, estéticos (e incluso de pura peluquería) que aspiran a ser aplicables a todas las razas, condiciones y edades de la nueva sociedad moderna. El objetivo final de esta figura sería integrarla en la cultura pop y todo el abanico publicitario.

Función 2.- Otra función que el fútbol desempeña, esta con respecto al aficionado, es una bien reconocible: la canalización de la tensión nerviosa hacia una actividad estéril. Así, a través de los medios de comunicación, todo el descontento, la insatisfacción y la rebeldía que podrían motivar un cuestionamiento crítico por parte del individuo, van destinados a la afición futbolística.

Función 3.- La afición al fútbol de clubes, el pertenecer a un equipo, el “sentir los colores” supone ser un ejercicio devocional cuanto menos curioso: se trata de apoyar sentimentalmente a un colectivo sin ideología, sin ninguna base de cohesión intelectual, sin ninguna identidad natural, que no representa ya a ninguna raza, pueblo o ciudad, que no está unido por valor común alguno, y que sólo tienen una única finalidad bien explícita: la victoria consistente en superar al rival en un parcial numérico. El fanatismo por un club de fútbol cualquiera tiene su calco en el mundo empresarial: el fanatismo corporativista. Este reflejo puede confundirse completamente cuando se ve a algunos clubes cotizando en bolsa.>>

Aquí terminan estas las líneas y pasamos a revisar otras que las pronunció el erudito escritor argentino y uno de los autores más destacados de la literatura del siglo XX mientras conversaba con el periodista Roberto Alfiano:

<<Yo no entiendo cómo se hizo tan popular el fútbol. Un deporte innoble, agresivo, desagradable y meramente comercial. Además, es un juego convencional, meramente convencional, que interesa menos como deporte que como generador de fanatismo. Lo único que interesa es el resultado final; yo creo que nadie disfruta con el juego en sí, que también es estéticamente horrible, horrible y zonzo. Son creo que 11 jugadores que corren detrás de una pelota para tratar de meterla en un arco. Algo absurdo, pueril, y esa calamidad, esta estupidez, apasiona a la gente. A mí me parece ridículo.>>

Para Borges, el fútbol es popular porque la estupidez es popular.

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