El mundo pasa veloz ante nuestros ojos. Las semanas de hacen días, los días horas. Nuestros relojes siguen contando 60 segundos para llegar a 1 minuto, pero parecería que el tiempo pasa muy, muy rápido. Nuestras vidas son aceleradas, no paramos, lo queremos todo rápido, queremos ganar tiempo en todo, hacer todo con un solo clic. Al parecer no nos detenemos a vivir los momentos, queremos llegar rápido a la meta y cuando lo hacemos nos sentimos insatisfechos y buscamos otra meta para nuevamente lanzarnos a la carrera sin saborear los momentos intermedios.
Y así pasan cosas que no nos damos ni cuenta ni nos detenemos a pensar, analizar, reflexionar, ¿pero
a qué rato? ¡si trabajo!
a qué rato? ¡si trabajo!
Imaginémonos que en un día de calma entramos a un pequeño restaurant a comer. Con sorpresa hemos transitado sin dificultad por las mismas calles que día a día son un caos vehicular. Con la misma sorpresa hemos encontrado estacionamiento sin darnos 3 vueltas a la manzana esperando que se desocupe uno. Los niños se han portado bien, nuestra pareja ha permanecido callada en el carro, la radio nos ha acompañado con música tranquila y no ha sido interrumpida por los no muy doctos consejos de un locutor que cree tener linda voz y saberlo todo.
Entramos a este lugar cuyos dueños son una pareja de emprendedores que se han afanado en tenerlo todo a punto para sus clientes o sea, nosotros. Cuando nos íbamos a sentar un camarero nos llama y nos dice que antes debemos ordenar. Lo hacemos y él nos toma el pedido. Luego nos dice que paguemos todo antes y que esperemos a un lado sin molestar hasta que salga nuestra orden de la cocina. Nuestra primera reacción sería de sorpresa, nos quedaríamos perplejos al ser tratados así en un establecimiento como el que hemos ingresado. Pero nuestro genio cambiaría mucho más si
Que la clase dirigente, que los políticos hagan con nosotros lo que quieran es lamentable pero es peor que la multinacionales, a las cuales les damos de comer, hagan lo mismo; es el colmo. Su codicia no tiene límites. No contentos con pagarles miseria a sus proveedores por sus productos, como por ejemplo a los agricultores, o explotándolos como es el caso de las fábricas en países asiáticos, ahora además intentan reducir sus gastos de personal, no solo pagando a sus empleados sueldos mínimos, encima quieren que los clientes trabajen por ellos. Aun gozamos en este país de que al acudir a una gasolinera exista odavóa personal que nos ayuda poniendo combustible y nos cobre; en otros países uno mismo tiene que acercarse y hacer cola para pagar, uno mismo tiene que llenar el tanque, y uno mismo tiene que quedarse con la manos apestando a gasolina. Como consecuencia, quien te ponía la gasolina está despedido y tú, ¿pagas menos por la gasolina? Por mala suerte en nuestro país la gasolina es barata, pero en otros es un lujo llenar el tanque.
Luego aparecieron las multinacionales de comida rápida, donde uno tiene que esperar parado para hacer el pedido, pagas sin reclamo alguno, esperas y luego tienes que recoger todos los platos de cartón en los que te sirven. ¿Qué servicio estamos pagando? De lo que sabemos no se necesita estudiar altas ciencias para hacer una hamburguesa o freír un pedazo de pollo. Lo que se ahorran en camareros ¿nos rebajan en el precio? En cambio, la experiencia no es la misma cuando vamos a un restaurante modesto de los que abundan, que cuestan igual y que sobre todo sus dueños son ecuatorianos. Mientras estás cómodamente sentado leyendo el periódico, te sirven en vajilla como Dios manda y por supuesto, si todo va bien pagas una vez que termines la comida, como debería ser.
Por otro lado, a los grandes supermercados les debe parecer bien ganarles a sus proveedores un gran margen en sus productos, los reciben en centavos y los venden en dólares. Ahora estas cadenas están enseñándonos a que nosotros mismos nos cobremos los productos en las cajas, están implantando cajas automáticas de pago. Y nosotros felices vamos para donde nos lleven, sin pensar que al momento una persona está realizando ese trabajo y cuando nosotros lo hagamos gratis por y para ellos, habrá un desempleado más. ¿Qué pensamos, que al ahorrarse en cajeros nos van a rebajar los precios? Y existen ejemplos más atrevidos como es una tienda que hace con nosotros lo que quiera. Recorremos la tienda por donde ellos quieren, salimos por donde ellos quieren, tenemos que recorrer toda la tienda porque así lo han querido, tenemos que anotar el producto, bajar al almacén, buscarlo, cogerlo, trasportarlo y montarlo.
Con todos estos cambios que los recibimos con los brazos abiertos estamos destrozando empleos, destruimos la economía local, estamos enriqueciendo a multinacionales, que no reparten sus ganancias con sus empleados, que los tienen con contratos precarios y a la mínima que pueden los despiden y los sustituyen por maquinas o nos convencen a nosotros para hacer ese trabajo totalmente gratis. Hay que recordar que cada vez que gastamos nuestro dinero, estamos creando un modelo de sociedad.
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