La Poco Famosa MICROBIOTA


Revista Abanico Ed.24
Sección: ASU

Tiempo de lectura: 4 minutos

¿Sabes qué es la microbiota? ¿Has escuchado esta mágica palabrita que puede tener la respuesta a tantas enfermedades, padecimientos y condiciones en nuestra salud?

Si ya la has escuchado y no estás seguro de lo que es, pues valga la ocasión que estás en Abanico 24 para que te enteres un poco más sobre la microbiota y su inmenso impacto en nuestra salud.

La microbiota (microbiome en inglés) es el conjunto de bacterias, VIRUS, hongos, arqueas y protozoos que habitan en el ser humano. Trillones de estos microbios viven en nuestro intestino y en nuestra piel. Pero la mayoría de estos microbios se encuentran en nuestro intestino grueso, en un pequeño “bolsillo” llamado cecum o ciego, y esta es la no tan conocida y no tan famosa, microbiota.

Si bien hay distintos tipos de microorganismos en nuestro organismo, las bacterias han sido las más estudiadas. Tan es así que se ha identificado que por cada una de nuestras células humanas, existe 1.3 células bacterianas. Lo que nos arroja un resultado de que el ser humano puede, tranquilamente, ser más microbio que humano. No quiero decir con esto que seamos microbios, pero sí que dimensionemos el impacto de las bacterias en nuestro cuerpo.

Y es más importante todavía conocer que hay cerca de 1000 especies de bacterias en tu microbiota y que cada una, (¡cada una!) cumple una función específica que impacta positivamente en tu salud, mientras que otras pueden ocasionar alguna enfermedad.

La conformación de nuestra “comunidad microbiana” es única en cada persona, es como tu huella dactilar. Hay varios factores que influyen en su composición, desde cómo naciste (parto normal o cesárea), tu tipo de alimentación, si vives en un entorno urbano o rural, si consumes o no fármacos, incluso si vives con tu mascota. Todas estas cuestiones harán que nuestra composición bacteriana sea distinta.

Ahora que sabemos qué es la microbiota, podemos entender cuál es su función. Y su función no es otra que la de mantener en equilibrio la convivencia de nuestra comunidad bacteriana, porque esta pequeña gran comunidad, realiza funciones esenciales en nuestro cuerpo y, por tanto, en nuestra salud.

Durante nuestro crecimiento, la microbiota ayuda a:

Digerir la leche materna: las primeras bacterias que crecen en el intestino de los bebés son las Bifidobacteria, que ayudan a digerir las azúcares saludables de la leche materna y son esenciales para el crecimiento.

Digerir fibra: algunas bacterias digieren fibra, produciendo cadenas cortas de ácidos grasos que son importantísimos para la salud de nuestro estómago. La fibra ayuda a prevenir el aumento de peso, la diabetes, enfermedades del corazón y reduce el riesgo de cáncer.

Controlar tu sistema inmune: tu microbioma controla cómo trabaja tu sistema inmune. Al comunicarse con tus células del sistema inmune, las células de tu microbioma pueden controlar cómo responde tu cuerpo a las infecciones.

Mantener la salud de tu cerebro: nuevos estudios sugieren que la microbioma puede afectar el sistema nervioso central, que es el que controla las funciones de tu cerebro.





Por esto es tan importante nuestra alimentación. Todos los alimentos que consumes afectan la diversidad de las bacterias que (con) viven en tu microbioma.

Como pueden imaginar, para mejorar y ayudar a que nuestra microbiota esté en equilibrio, debemos ser mucho más conscientes de lo que comemos. El dicho famoso de “somos lo que comemos” no puede ser más verdad en este sentido.

Empezar a cuidar de tu microbiota puede ser el primer paso para tomar las riendas de tu salud y lo puedes lograr al incluir pequeños ajustes en tu dieta diaria, como por ejemplo:

Comer alimentos variados: no comer siempre lo mismo y lo mismo. Al variar, vas a beneficiar tu sistema, ya que vas a aportarle una variedad de microorganismos, y eso, es un indicador de que estás saludable. Especialmente los granos, legumbres y frutas porque contienen fibra y van a promover el crecimiento de Bifidobacterias buenas.

Comer alimentos fermentados: los mejores ejemplos son el yogur, el kéfir y el chucrut. Todos estos contienen bacterias sanas, especialmente las conocidas como Lactobacilli, que ayudan a combatir a las especies de bacterias que ocasionan enfermedades en nuestro sistema digestivo.

Limitar el consumo de endulzantes artificiales: existe evidencia que prueba que el consumo de endulzantes artificiales, como el aspartame, estimula el crecimiento de la bacteria Enterobacteriaceae en tu microbiota. Este crecimiento de bacterias hace que incremente el azúcar en la sangre.

Comer prebióticos: los prebióticos son un tipo de fibra que estimula el crecimiento de bacterias “buenas” en tu sistema digestivo. Algunos prebióticos son las alcachofas, los espárragos, las bananas, las manzanas y la avena. 

Comer cereales integrales: tienen mucha más fibra que los no integrales, y aportan también con beta-glucan, un tipo de carbohidrato que las bacterias de la microbiota digieren fácilmente, ayudando así a controlar el peso, reducir el riesgo de cáncer y diabetes.

Promover el consumo de leche materna: si tienes bebés, procura alimentarlos con leche materna por al menos 6 meses. La leche materna es fundamental para la creación de una microbiota saludable. Estudios afirman que los bebés que han sido alimentados con leche materna tienen una mayor y mejor calidad de Bifidobacteria.

Reducir el consumo de antibióticos a lo mínimo: si puedes evitarlos, incluso mejor. La ingesta de antibióticos mata a las bacterias buenas y malas de tu comunidad microbiana. Esto puede generar no solo resistencia a los antibióticos sino también un incremento en tu peso.

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